SÁBANA BLANCA

Primer lugar

El viejo Raymundo solía aparecer todas las mañanas durmiendo a los pies del árbol que estaba afuera de la carnicería del tío Pepe. A veces, cuando iba al colegio a las ocho de la mañana, me lo encontraba recostado en el pasto, con sus ropas desgarradas y su barba canosa que, debido al rocío y la saliva que desprendía de su boca con olor a vino barato, brillaba ante la luz del amanecer. Así eran mis encuentros con Raymundo, hasta que llegó el invierno y, bajo el árbol en donde solía dormir, apareció un montículo de nieve.

Ignacio Rojas Maldonado, 23 años
Punta Arenas